22 Dic Estoy enojado: reflexión sobre el enojo para personas con mucha pasión como yo
Así como comparto reflexiones luminosas en su mayoría, que tienden a lo positivo, muy de vez en cuando siento mostrar alguna parte de mis oscuridades. No lo hago seguido porque me pongo en el lugar de los otros y a mi tampoco me gusta ser el basurero emocional de nadie por ende no le cargo a los demás con mis emociones negativas u oscuras. No obstante, tampoco me gusta construir el personaje luminoso de que soy todo luz, todo positivo a raíz de mostrar un personaje y tapar mi oscuridad. Todo lo contrario, creo que mi mayor luminosidad siempre se ancla en reconocer y aceptar mis oscuridades, como las raíces de los árboles que están bajo la tierra.
Así que en este preciso instante que estoy enojado quiero escribir algunas reflexiones con un poco de enojo. Enojo sin motivo, enojo que no está personificado en nadie ni en ninguna situación. Simplemente ¨estoy enojado¨.
Debo confesar que tengo un carácter fuerte, tengo mucho fuego y vengo de una familia paterna (Traverso-Iriarte, y el lado Iriarte con su sangre vasca le aporta ese fuego, esa pasión, a nuestro carácter) con carácter muy explosivo que por lo general nos da esa reputación en mi familia, tanto a mis tíos como a mis primos varones y mujeres. Y así también tenían ese fuego mi abuela paterna (ya fallecida) y su padre, mi bisabuelo Norberto Iriarte.
Yo desde niño tengo ataques de ira donde al enojarme rompía juguetes y tiraba cosas. Mi mamá al verme con estas reacciones me corregía y nunca me olvidaré de una cachetada que me dio a mis 7 u 8 años cuando me enojé con un reloj baratija que me había ganado en una feria (en mi ciudad, Esquina) que había dejado de funcionar (porque era de esas baratijas que andan solo un breve tiempo). Tuve un ataque de ira donde lo tiré al suelo y luego a la pared y lo hice mil pedazos. Mi mamá al verme, viene y me da una cachetada que creo fue la cachetada que más agradezco de toda mi vida. Una cachetada que lejos de dolerme me abrió los ojos, me mostró que no está bueno reaccionar de ese modo, que para mi es fácil es cómodo, pero me hace mal. Hace que me arrepienta y que además en un instante pueda causar un daño que luego ni con pedir disculpas pueda solucionarlo. Sin esa cachetada, mis ataques de ira seguramente hubieran ido mucho más lejos.
De todos modos, los ataques de ira se me moderaron pero me surgían nuevamente, y sobre todo cuando vivía con mi hermano en mi etapa universitaria de mi primer carrera entre mis 18 y 23 años donde tuve varios ataques de ira, solo en el departamento donde recuerdo que una vez golpeé la puerta y casi la rompí y también a la mesa de luz (que la tengo todavía con un cajón un poco roto de aquella vez que la golpeé estúpidamente). Luego de esos momentos, desde luego que me sentía un como primate involucionado. Arrepentido y tonto. Por suerte mis ataques de ira nunca llegaron a una persona (a mi bisabuelo Norberto, sí, a tal punto que fue el motivo de suicidarse cerca de sus 76 años cuando su ira combinada con sus pérdidas repentinas de la memoria hacía que golpeara a seres querido y luego, al ver el daño causado y volver en sí, se arrepentía).
Desde mis 23 años a hoy con mis 30 años, desde que comencé mi camino espiritual, uno de mis mayores desafíos ha sido moderar mi carácter. El aprender a tomarme las situaciones con mayor calma y poder observarme antes de reaccionar. No fue fácil y sigo aprendiendo. El comprometerme con el pacifismo para fue un gran desafío además porque significa que no me considero perfecto, sino un ser humano que tiene muchos defectos y sobre todo un carácter muy difícil de domar, pero que da su mejor esfuerzo interno y está comprometido en superarse a sí mismo. Y si me llegara a equivocar, siempre pido y pediré disculpas. Aunque tal hecho no quita que me esfuerce en superarme a mí mismo en este tema.
Catarsis
Así, una de las primeras cosas que aprendí es que para dominar mi ira es siempre mejor expresarla que reprimirla. No obstante, expresarla no significa agarrarme y putear al primero que se me cruza por delante, no significa tomar alguna excusa para hacerme el súper héroe -sobre todo algún discurso político confrontativo o donde yo defienda a otros en nombre de la justicia, que me vendría como anillo al dedo para justificar mi ira y decir en vez de ello que soy ¨pasional¨-, sino que significa que debo expresarla de algún modo que no sea destructivo ni para mí, ni para los demás. Por ello aprendí que me funcionan las terapias de catarsis como: el escribir -tengo un amigo que tiene su ¨libro de Mierdas¨ y yo no tengo uno con ese nombre, pero de vez en cuando agarro una hoja y escribo mis mierdas-, el hablar solo para sacar el enojo –porque no siempre tenemos cerca alguien con la suficiente ecuanimidad de escucharte en un estado con tanta ira y no ofenderse-, el gritar –en algún lugar que nadie me escuche o con una almohada- y mi favorita, que la hago muy seguida: ¨la caminata de puteadas¨ -puteadas, en ¨español argentino¨, son malas palabras-.
Vivo en un lugar hermoso a las afueras de la ciudad de Santa Fe (Argentina), con calles de tierra, donde vive poca gente, y he salido a caminar varias madrugadas, solo, a la luz de la luna a putear al cosmos. A putear, llorar, cansarme, luego quedarme quieto en un lugar hasta que me volvía la calma y podía volver a mi casa. Es increíble la satisfacción que siento al poder liberar toda esa energía retenida y volver a la calma. Es como un vómito energético que el Cosmos o Pachamama recibe con Amor para seguramente transmutar en otra cosa (como nuestros excrementos, vómitos, mocos, orina, saliva, y demás excreciones que por lo general evitamos de nombrar).
En este momento sentí esa necesidad de expresar mi ira y lo tengo cerca a mi hermano Tomás y a mi mamá (porque vivimos juntos) y casi no puedo esquivarlos en mi casa. Y mi mala onda es tal que no la puedo disimular. Y todo esto con 8 años de trabajo interno! Evidentemente siempre somos aprendices en la vida.
Afortunadamente, recién tuve la sabiduría de decirle a mi hermano: ¨Tomás, dejame solo, no entres a mi habitación porque necesito estar solo¨. Y aquí estoy. Llorando y escribiendo. Pero sincerando que no soy perfecto y que tengo mis oscuridades. Momentos como este… pffff muchísimos he tenido! Y quiero compartírtelo por dos motivos. Primero, porque me hace bien a mi hacer esta catarsis y como dije, no lo haré seguido porque no me gusta usar de basurero emocional a los demás. Pero una vez muuuuuy cada tanto, está bueno para pinchar esa imagen de ser de luz, todo perfectito, para mostrarte que soy un aprendiz como vos.
Y segundo, porque me viene bien y como anillo al dedo aprovechar la inercia para opinar sobre el tema de la ira y el enojarse, ya que estamos en momentos donde está saliendo mucha mierda a la luz. Energéticamente, con la excusa de la política (en Argentina, en Venezuela, en España, en Brasil, Bolivia, etc), nos estamos permitiendo descargar nuestra ira en otras personas (en la vida real y en las redes sociales), y aquí, con el fuego de la ira que siento debo decirte, si te considerás una persona ¨apasionada¨ para hablar que cuando habla de política (de fútbol o religión) se pone ¨vehemente¨, permitime darte algunas opiniones fruto de mi experiencia en el tema.
Consejos para personas ¨apasionadas al hablar o vehementes¨
Primero, no sos apasionado/a y vehemente, sos una persona facilista que no quiere laburar su interior o eso que se llama inteligencia emocional (observarse uno mismo antes de reaccionar, respirar hondo, contar hasta diez, escuchar al otro sin juzgar así sus opiniones sean diametralmente opuestas a las tuyas, etc, etc.). Es más fácil reaccionar de manera agresiva que pacífica. Y eso se llama facilismo (ley del menor esfuerzo). Punto y basta.
Levantar el tono, zapatear, agredir, es de cobardes. Es aprovecharte de tu fuego interno y hacer ruido porque creés que así tenés más respeto ante los demás. Yo también tuve mi época (entre mis 18 y 23 años) súper discutidor, donde me tiraban una chispita y yo generaba un incendio. Aprendí mucho de ello y me valió el pelearme con varios amigos a quienes supe pedir disculpas en su momento. Y las disculpas siempre vienen bien, aunque también viene bien un replanteamiento sincero de nuestra reacción ante las situaciones y el cómo contestamos a los demás. De última, podés aplicarte la famosa regla de oro: ¨has tratado al otro como te gustaría que te traten? Ese mismo trato te gustaría que te lo brinden a vos?¨ Esa contestación verbal, ese comentario de facebook, esa respuesta irónica, esa mirada, ese tono de voz, ese calificativo que usaste, etc. Te gustaría que te lo apliquen a vos también?
De seguro que no. Sólo un necio justificaría un comportamiento injustificable.
Segundo paso: aceptar que tenemos ira y buscar superarlo
Así hoy siento compartirte que yo no dejé de tener ira, no dejé de enojarme, pero he aprendido algo muy importante que te sugiero reflexionar: ¨aprendí a enojarme¨. Y sigo aprendiendo.
Todos nos enojamos y más aún aquellos que tenemos un fuego mayor que la gente común (por lo cual nos solemos decir ¨apasionados¨ para justificarlo) y que nuestros enojos suelen ser más destructivos por ende.
El tema no es enojarse o no enojarse. Ya que reprimir es como poner un freno a modo de represa a un caudal de agua (en este caso de fuego o ira) que en algún momento romperá la contención y será peor.
Enojarse sí! Pero de manera inofensiva para los demás seres humanos (y de la naturaleza). Debés encontrar tu catarsis, tu forma de sacarte la ira hasta que salga la última gota. Y luego, cuando te vuelve la calma, volvé a las situaciones que debés resolver.
Algo más que descubrí del enojo o la ira, es que uno jamás está enojado con alguien o algo, a pesar de que ocurra una situación que sea la excusa para que explotemos. Uno está enojado antes de la situación y la situación funciona simplemente de excusa (o es tal vez nuestro espejo). En verdad, estamos enojados con nosotros mismos. Cuando te das cuenta de esto, más todavía dirás (como dice el título de este artículo): ¨ahora estoy enojado/a¨. Y el poder decirlo, aceptarlo, implica el poder liberarlo.
Usá tu fuego para construir!
Finalmente, va un mensaje esperanzador y sobre todo a quienes tienen ¨carácter fuerte¨ como yo, o que se dicen ser ¨apasionados¨ o ¨vehementes¨.
El fuego que tenemos es muy bueno! El fuego es neutral. Y como dice mi querido amigo Ecio Betellotti: ¨sirve para calentar el agua para hacer el mate o para incendiar un bosque, depende de como lo utilices¨. Gandhi tenía mucha ira (lo cuenta en su autobiografía) y lo mismo Nelson Mandela, que hasta antes de estar en prisión fue una persona que creía en las soluciones violentas y en las armas, sin embargo luego unificó Sudáfrica de la mano del perdón y la compasión. Cómo hicieron estas personas de carne y hueso para hacer obras tan grandes? Evidentemente supieron usar su fuego de manera constructiva y no destructiva.
Así que yo te animo a que no seas un facilista y te quedes con la excusa de que sos apasionado/a para andar descargando tu ira por allí y que aprendas a moderar tu carácter y a usar tu fuego para CONSTRUIR lo que querés dejar en el mundo. Desde luego que estoy de acuerdo en que está bueno debatir ideas, con respeto, escuchando los puntos de vista de los otros y no meramente permaneciendo callados mientras los otros hablan para salir luego eyectados como cohetes a decirles nuestra verdad superadora en contestación. Debatir sí (y de todo lo que se deba debatir), pero en calma. O por lo menos proponerse este trabajo interno-emocional.
Si aprendemos a enojarnos, podremos aprender a construir mucho más cosas bellas en el mundo y, además, a ponernos más de acuerdo con los otros. Es decir, a cooperar. Que es una palabra que suena tan linda y es tan difícil porque implica escuchar, dialogar, consensuar y para ello, hablar fuera del enojo.
Y ahora que ya llegué a esta parte del artículo, ya se me secaron las lágrimas y ya me volvió una especie de calma interior.
Cómo ser pacifista y moderar el propio enojo
Mi última reflexión es sobre el adherir al pacifismo y el hecho de poder enojarse. No creo que para ser pacifista y buscar la paz y la unidad en el mundo debemos ser seres de luz perfectos ya que tal condición no existe. Sólo puede existir tal estado idílico a modo de un personaje que podamos fingir ante los demás hasta que un día una situación nos supera y tiramos todo al carajo. Tal vez si existan seres muy evolucionados en su enojo en el cual un día que estén enojados, su catarsis, es sólo arrugar la frente un ratito y ya salen de él. Yo aún no he llegado a ese estado, pero mientras tanto seguiré esforzándome en ello.
Te diste cuenta que usé una palabra que generalmente no uso? La palabra esfuerzo. La uso solo en este caso porque considero que en el único tema que es válida esa palabra es en la propia superación personal, contra nuestro Ego (donde reside nuestra ira, nuestras obsesiones, nuestras pasiones bajas, miedos, narcicismo, etc.). Para lo demás (nuestros dones y talentos, ayudar a otros, vivir la vida, etc.) jamás necesitaremos el esfuerzo.
Entonces, acepto que todos tenemos ira (unos más que otros) e incluso los que tenemos un carácter más pasional y todos, absolutamente todos, podemos adherir al pacifismo ya que tal hecho implica solo un compromiso con uno mismo.
Es por ello que creo firmemente en que todos podemos COMPROMETERNOS en buscar la creación de la paz y la unidad en el mundo COMENZANDO POR NOSOTROS MISMOS. Es por ello que los grandes hombres y mujeres de la paz siempre estuvieron de acuerdo en que a la paz primero la debemos generar internamente. Y para ello, estoy seguro que es condición sine qua non, no el reprimir nuestros enojos, sino el SABER ENOJARNOS.
Y también es bueno saber reírse de uno mismo, así le quitamos la dosis de drama a la cuestión.
Gracias por tomarte el tiempo de leer esta reflexión de un ser humano más que cree en la paz.
Martín Traverso
P/D: Gracias bisabuelo Norberto Iriarte, abuela negra y papá, por heredarme ese fuego que hoy me permite construir muchas causas positivas en el mundo.
Sorry, the comment form is closed at this time.